Teatro El Trueque
Elenco: 2 actores, 1 actriz
Dirección: José Félix Londoño
Duración: 1 hora
El Trueque hace parte de esa generación de teatreros de Medellín que han sobrepasado la barrera de “grupo nuevo” para alcanzar el estado de “grupo estable con sala”, así como Fractal Teatro, Elemental Teatro, All’ Improvviso, In-Fusión Clown, y Teatriados. Desde marzo de 2009 ocupan la que por muchos años fuera la sede de ExFanfarria Teatro, ubicada a pocos metros del Teatro Pablo Tobón Uribe, en el costado suroriental de la Avenida La Playa.
EL HUÉSPED
Pasajero a Betania es una adaptación del texto “Pasajero con destino a Betania” del poeta nadaísta nacido en Andes – Antioquia Gonzalo Arango; dirigida y adaptada por José Félix Londoño. La escena se desarrolla en el bar de Don Luis (interpretado por Hamilton Baena) y la mesera Fuman Chu (interpretada por Ana María Otálvaro), espacio que se convierte además en iglesia y confesionario tras un juego de teatro dentro del teatro. En este bar, ‘Gonzalito’ (actuado por el director del grupo) espera la hora de salida del transporte que lo llevará hacia lo inevitable, y mientras el momento se llega afloran allí situaciones de añoranza, seducción, juego y poesía. Es una obra que circula libremente por el torrente sanguíneo del grupo, y que sabe atrapar al público y convertirlo en un pasajero más de esos viajes del nadaísta que -paradójicamente- hizo tanto por acercarnos a la “flor inútil de la poesía”.
SANGRE BUENA
El disfrute, la adaptación y la sencillez. Este es uno de esos escasos ejercicios que equilibra el doble rol de dirección y actuación, y es tal vez esto lo que hace ver a los actores empapados con la sangre de la dramaturgia pues ésta no les fue impuesta por un tercero externo a la escena, sino definida por alguien que vive la obra desde las tablas junto a ellos en cada función. El trabajo de adaptación al lenguaje teatral también es de rescatar, pues la obra no está basada en un drama teatral y logra mantener la cercanía con los asistentes, llegándoles de manera espontánea y natural -sin necesidad de romper la cuarta pared-. La obra suma fondo y forma.
Otro punto que quiero resaltar es la sencillez: El Trueque logra una obra que conjuga drama y humor, riqueza visual y literaria, economía de recursos escenográficos y poética, tratando un tema complejo: la muerte y nuestras vueltas en el camino para evadirla. Para lograr todo esto no recurren a grandes parafernalias escenográficas, ni personajes abarrotados de vestuario, tics y voces sumamente ficticias; ellos hallaron el camino a la puesta en escena más desde el interior y unos cuantos elementos escénicos: el colchón, las sillas y mesas del bar, el altar de la iglesia y un pocillito de tinto.
Un detalle técnico que nos traslada a otro lugar es el gran telón rojo en el foro, que por un momento nos desprende de la conocida sala de El Trueque para sugerirnos en aquel bar habitado por estos tres personajes y el espíritu del poeta español Miguel Hernández encarnado en una calavera.
SANGRE MALA
Los detalles técnicos y la dicción de los personajes de Hamilton. Aunque en las últimas versiones de la obra han limpiado mucho estos detalles, aún hace falta eliminar esos pequeños tropiezos técnicos que por un leve instante sacan al espectador de la historia que está viviendo para recordarle que se trata de una obra de teatro, a cargo de actores y técnicos de luces y sonido, a cargo de humanos. Por otro lado, algo en lo que El Trueque debe poner atención es la dicción de los personajes de Hamilton Baena, pues en esta obra se hace aun más presente la pérdida de dicción en los parlamentos de Don Lucho y del sacerdote actuado por él, sobretodo en los gritos, que por más naturales que quieran salir siguen siendo parte de una obra de teatro y se deben entender. Recordé de inmediato a su personaje en “El gato, la zorra y pin…”, que también pierde dicción entre grito y ronroneo, así como don Lucho cada que regaña a la Fuman. Aprovecho que mencioné la dicción para hacer una pequeña acotación ‘bilinguística’ en cuanto a la pronunciación de la frase en inglés “that prophet is dead”, que sería más como “dat profet is ded” en vez de “dat profet is dait”; a menos de que sea un error adrede del personaje.
En conclusión, el teatro de Medellín necesita obras como ésta, de las que uno está seguro de recomendar a todo tipo de espectador sin temor a que la consideren densa algunos o muy ‘light’, otros, aún sabiendo que les falta mucho camino y experiencia, pero que hacen notar lo recorrido hasta ahora; obras en las que el público está ansioso por aplaudir, no esperando a que se acabe sino inquieto por agradecer con un gesto de ovación la grata experiencia que lo han hecho pasar. “Pasajero a Betania” es como esa película que uno quiere repetir, pues no trabajan por el secreto develado al final sino que hacen de todo el camino un pasaje disfrutable.
The CriTick ‘(;_;)’